A menudo he oído como se cuestiona la necesidad o conveniencia de tener un maestro espiritual cualificado para transitar el camino de retorno a nuestro hogar eterno. Una relación que implica entrega y sumisión de nuestra personalidad. Lo que suele revelarse ante esta idea es el ego, el yo, esa construcción mental que se empeña en convertirnos en centro del Universo. Es ese yo quién se niega a inclinar la cerviz ante nadie y que borracho de autosuficiencia declara que el todo lo puede hacer sin ayuda de nadie.
A lo largo de toda nuestra vida, aceptamos maestros y les consideramos necesarios. Les aceptamos para aprender a leer, a realizar operaciones aritméticas, para nadar, para aprender a bailar, para conducir vehículos o montar a caballo, para adquirir conocimientos particulares o habilidades técnicas; incluso para deshacernos de taras o limitaciones físicas o psicológicas.
¿Porque entonces ese temor o rechazo a aceptar la guía y el amparo en un terreno tan importante como nuestra realización espiritual?. Hay diferentes motivos. Uno de los más importantes es que la relación entre Maestro y discípulo a nivel espiritual es sin duda la de mayor implicación y entrega de las que podamos tener en la vida. En segundo término, seguramente nunca hayamos tenido una relación en la vida ante la cual el abismo diferenciador cuantitativamente sea tan inmenso. El Maestro lo es todo, lo representa todo, implica todo en el mundo de la espiritualidad. El Maestro espiritual es la presencia misma de la Divinidad ante nosotros ya sea un Ser Divino encarnado, un Guía cualificado, o un Adepto que ha avanzado tanto en la evolución de su propio camino que ya puede tomar a su cuidado a otros caminantes.
Hay diferentes tipos de Maestro Espiritual, y según su carácter y tipo de enseñanza piden o aceptan tal o cual cantidad de servicio o adoración. Pero el discípulo ha de tener siempre presente en su cabeza, que toda la sumisión, toda la devoción, toda la entrega que realice a los pies de su Maestro, serán siempre para su propio beneficio, porque el verdadero Maestro no necesita ni gusta de tal entrega. Es una paradoja del camino espiritual que cuanto más dobleguemos y controlemos nuestro yo, mayor será nuestro avance. Jesús de Nazareth fué claro en esto: "El que quiera ser primero de vosotros, hágase sirviente de los demás", "Los últimos serán los primeros", etc.
Pongamos un ejemplo sobre la necesidad del Maestro: Supongamos que estáis en una gran ciudad que no conoceis y debeis hallar la dirección de vuestro hogar definitivo -esa es nuestra condición en el Universo-. No teneis idea de si está cerca o lejos y de hecho, las personas a las que en vuestro entorno consultastes no dieron respuestas claras o concretas, sino más bien opiniones propias bastante vagas y contradictorias. Pues se hace perentorio encontrar a alguien que sepa el camino con claridad. A veces, encontramos personas que nos orientan sobre la dirección y nos ayudan a acercarnos al sitio. Son Maestros temporales que aportan crecimiento a nuestra vida. Pero solo quién conoce realmente el camino -seguramente lo ha transitado a menudo-, puede decirnos con exactitud como llegar a nuestro destino.
Algunos objetarán que no necesitan un Maestro, porque tienen un buen mapa. Ciertamente un mapa es una ayuda excelente y desde luego está basado en el conocimiento de algún Maestro que ha descrito en él la experiencia del camino. En el sendero espiritual, muchas veces el discípulo mientras no aparece el Maestro se apoya en los Textos Sagrados, los Libros Revelados como la Biblia, el Corán, El Bhagavad Gita, el Grant, etc. De hecho podemos llegar al objetivo con esa ayuda, porque los Libros Sagrados son en realidad otra forma del Maestro. Pero un Maestro personal brinda otras posibilidades. El puede ayudarnos a entender mejor los mapas -libros sagrados-, puede valorar si estamos preparados para emprender el camino, puede acompañarnos y advertirnos de cosas que podemos encontrar por el camino y tiene la visión actual de como están las cosas por todas esas calles, cosa que el mapa como elemento detenido en el tiempo de su impresión no puede reflejar. Pero lo mejor de todo, lo más importante es que el Maestro no nos dejará bajo ninguna circunstancia hasta completar el camino.El Maestro en compensación por tu amor y tu entrega, te enseñará sin dudarlo y lleno de alegría, rutas alternativas en tu camino que el mapa no contiene quizás. Porque el conoce los parques, los caminos ocultos, los recodos y pasadizos por los cuales llegar al hogar. Quizás para tu sorpresa, el mapa no muestra que en realidad tu casa no está en un sitio sino que es una forma de sentirse en cualquier lugar donde estés. Pero el Maestro te puede dar esa llave maestra por pura gracia.
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